lunes, 2 de junio de 2008

ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO (Before the Devil knows you're dead)

Quizás porque el hoy se convierte en otro de esos días sin billete de retorno y cualquier paso tiene el sabor de lo intenso mezclado con el miedo de lo desconocido. Miedo sin motivo aparente en mi racionalidad, pero miedo presente sin esquinas ni matices, miedo de algo acallado por la conciencia para no mirar hacia dentro y poner todas las cartas encima de la manga.

Porque no ha sido hasta hoy cuando he sabido que en mi manga se esconden muchos ases desconocidos. Pero se esconden, aunque mi mente quiera creerme invencible y sin talones de aquiles.

Claro, era fácil deducirlo, de otro modo no estaría aquí.

Y en esas circunstancias asumes que mientras tu mundo alrededor se inunda y se salva en lanchas improvisadas al azar lo mejor es llevar paraguas aunque te mojes y salir a la calle, retar a la meteorología y seguir con los proyectos del día. El cine, el cine que viene siendo nuestro fiel compañero.

¿Hasta dónde es capaz de llegar la codicia humana? Historias de amores fingidos y de intentos de recuperar una vida normalizada por todos los medios imaginables. Incluso si recuperar esa soñada normalidad de desayunos rodeados de un amante verdadero, o de una familia tangible, suponga tener que llevar consigo siemprea cuestas la carga de la culpa. Como casi siempre, se demuestra que por un lado queda la perfecta planificación teórica de un plan, y por otro el azar que todo lo impregna de espontaneidad y de consecuencias a menudo dispares. Siempre nos ha tranquilizado planear el futuro, pensar que dentro de las mil posibilidades de los dados la que pensamos es la más probable. Luego nos enfrentamos desnudos a la realidad, que a menudo no coincide con lo onírico.

Y no coincide. Hay una distancia insalvable entre lo que somos y lo que creemos ser y cada uno busca salvar esa distancia con sus propios recursos. Algunos generan arte, literatura, música, se enrolan a una ONG o se rascan la barriga. Otros buscan salvarse a cualquier precio, y en su objetivo pisotean vidas ajenas, matan a los vecinos, al hijo, a la pareja, al perro. Otros se autodestruyen lentamente, dilapidan sus vidas con el ascetismo propio de los antiguos. Y es que en la vida no hay blancos y negros, sino infinidad de tonos de gris.

DIRECTOR: Sidney Lumet
AÑO: 2008

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