sábado, 1 de noviembre de 2008

LA REINA (The Queen)

No recuerdo en qué ocupaba yo mis días por aquél entonces. Tampoco resuta extraño, porque deduzco que en verano y con 16 años estaría probablemente jugando a cartas en el bar de la piscina del pueblo, o leyendo tumbada sobre la toalla esquivando al sol debajo de un árbol.

Sí me sorprendió la conmoción generalizada tras una muerte. Persona querida por todos, e incluso aún más sabiendo que de su origen humilde y la animadversión que generaron sus formas dentro de la realeza. Más allá del protocolo, quiso seguir formando parte de dos mundos incompatibles. Y la gente lloraba. Gente que tan siquiera lograría conmocionarse con la muerte de un vecino secaba sus lágrimas ante las cámaras, no diré que con dolor fingido, más con la tristeza profunda del que llora con el fin de un mito.

Murió joven, y dejo un hermoso cadáver (para la leyenda, junto con tantos otros).

La caricatura de ese momento dibujada desde la perspectiva del poder sorprende por su seriedad mezclada con humor e ironía en cada uno de los personajes. Nadie se libra de la disección interna, de la crítica ni del abrazo condescendiente en una versión pastel de los motivos del silencio y tardío despertar de la monarquía británica ante la muerte de Diana. Una Casa Real basada en protocolos antiguos que debe mostrarse inquebrantable a pesar del dolor más o menos profundo de parte de sus integrantes; la discreción y cuidado de las apariencias de cónsules privados, que enguajan sus lágrimas ante discursos emotivos cuando deberían mostrar aplomo y distancia. Una directa crítica mordaz a la prensa que, del mismo modo que puede ensalzar el sentimiento monárquico, es capaz de sumirla al borde de un caos diplomático modelando la opinión pública a su antojo; de un primer ministro novel que, tildado de modernista, sucumbirá a sus propios miedos para devolver a la calma a una sociedad que empieza a moverse más por el caótico latir del corazón que por el equilibrio de la razón.

Para que sepamos, en parte, que tras tanta solemnidad y formulismo, hay algo de humanidad encubierta.

DIRECTOR: Stephen Frears
AÑO: 2006

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