jueves, 5 de marzo de 2009

KRAMER CONTRA KRAMER (Kramer vs Kramer)

Dicen que un hijo te cambia la vida. Pero no sólo en el terreno místico al que normalmente se hace referencia con hermosos sentimientos de paternidad y de amor intrínseco, sino por la obligatoriedad de convertirse en una persona solidaria, sin posibilidad de aparcar la nueva profesión por unas horas. No se puede renunciar a ser padre por un tiempo, del mismo modo que uno no puede renunciar a sí mismo.

Aunque empecemos a vislumbrar cierto cambio en la justicia, aún en nuestros días la maternidad es considerada un sentimiento más puro e intenso que la paternidad. Prueba de ello, la dificultad de muchos padres en adquirir la custodia de los hijos cuando un divorcio media la relación entre ambos. Parece ser que la naturaleza (nos) ha dotado, a las mujeres, de un instinto que de base se supone más protector, destinado al cuidado del otro, que tienen los hombres.

Por ello sorprende el ángulo con el que se analiza la situación en un film de hace ya 30 años. Cuando se evidencia el papel sumiso de una mujer que decidió (o tuvo que hacerlo, esa fue la realidad en muchos de los casos) renunciar a su papel social para dedicarse al cuidado y crecimiento de la familia. Una sensación de renuncia que llega a su extremo en este caso, cuando lo que se supone que debería llenar deja un sentimiento de vacío interior que va creciendo con los años, y que se transforma en un sentimiento de odio hacia todo lo que la rodea, que se refleja en ella misma como un retrato de todo aquello que no pudo ser.

Cuando el vacío personal se transmite a lo que hay alrededor, pueden quedar varias opciones. Aunque en apariencia se manifiesten sólo dos. Huir y encontrarse a sí misma, descubrir que la mezcla de sentimientos no eran del todo reales, que el odio no se reflejaba en su hijo, ni siquiera en su marido, sino en sí misma. O quedarse y hundirse lentamente en la miseria del que vive sintiendo su propia renuncia a vivir. Hay otras, aunque la conversación y confianza sean un plato que se sirve a diario, y no tras años de vacío en comunicaciones.

Abandono del hogar. Es obvio que no resulta fácil defender a una persona que ante el abismo personal piensa más en sí misma... que quien lleva años en una casa pensando sólo en su trabajo y en su espacio. Pero al final el cambio personal obligado del padre es el vivo ejemplo de que querer es poder, aunque a veces construyamos muros aparentemente insalvables a nuestro lado. Las costumbres, el pensamiento, se educan con la práctica. Y al final es cuestión de plantearse cómo prefiere uno emplear su tiempo, y en qué medida quiere implicarse... aunque no siempre sea cuestión de horas bajo un mismo techo, sino de buscar el momento de compartir ese tiempo.

DIRECTOR: Robert Benton
AÑO: 1979

No hay comentarios:

Publicar un comentario