Un canto al recuerdo cuando separa la distancia, de ver en una preciosa fotografía la ciudad que dejé atrás, la visión que tienen los ojos que la descubren por vez primera, y que son testigos de su encanto más allá de los embotellamientos constantes, presiones del metro o aceleración con la que se vive el día a día.
Emociona... porque discurre entre calles en las que guardas recuerdos, y ves casi como por azar personajes propios de una cultura que al resto de espectadores pasarán desapercibidos (actores locales, publicaciones, rincones que son un homenaje a la región más que parte del argumento). Por eso es difícil separar la escenografía de la acción, imbrincándose uno sobre el otro dando cierto aire de realidad a los que piensan que al final se ama a los lugares por los recuerdos y la gente que rememoramos en ellos.
Extranjeros en su propia tierra, un verano parece el momento ideal para evocar pasiones. La de un hombre que busca la seducción como parte de su yo artístico, quizás en un intento de hallar una musa que inspire sus creaciones... a pesar de mostrarse aún dependiente de la inspiración anterior, en nombre de mujer, que además de ser fuente de creación (o precisamente por eso) generaba asímismo un fuerte instinto de destrucción. Es con ese recuerdo que la aparición de dos mujeres, polos opuestos en cuanto a la pasión y el deseo, supone la piedra angular para un intercambio de anhelos y erotismo en toda regla.
Vicky prometida, abogando externamente por la racionalidad, verá tambalearse los cimientos de su propia moralidad dejándose tentar por el deseo. No obstante, la opción de continuar con la vida ya planeada será su sentencia, a pesar de ser espectadora en una pareja cercana de la desazón final que esto puede suponer. Cristina continúa la búsqueda de sí misma abriendo las puertas a la espontaneidad, buscando conscientemente la inconsciencia, el dejar que la realidad fluya a su antojo para descubrirse a sí misma. Vida bohemia que va y viene, abierta a cualquier experiencia incluso si ello supone cubrirse los ojos ante la apariencia externa de lo que debe ser el amor. Maria Elena, inestable estabilidad y punto de inflexión, un intento desesperado de ser y no ser el eje en la vida ajena, quizás motivada por tratar de hallar un sentido a la propia; siempre la abogada del diablo, la que aparentemente vive sin prejuicio y no obstante no asimila que su libertad termina con la capacidad de elección del que tiene en frente. Y él, don Juan por naturaleza, que navega entre las curvas de las mujeres que pasan por su vida, que le influyen y le constituyen en su ambigüedad de querer sorber de cada una parte de su esencia. Lo bohemio, lo autóctono, lo racional y las pasiones...
Y por quererlo todo, se quedó sin nada...
DIRECTOR: Woody Allen
AÑO: 2008
Emociona... porque discurre entre calles en las que guardas recuerdos, y ves casi como por azar personajes propios de una cultura que al resto de espectadores pasarán desapercibidos (actores locales, publicaciones, rincones que son un homenaje a la región más que parte del argumento). Por eso es difícil separar la escenografía de la acción, imbrincándose uno sobre el otro dando cierto aire de realidad a los que piensan que al final se ama a los lugares por los recuerdos y la gente que rememoramos en ellos.
Extranjeros en su propia tierra, un verano parece el momento ideal para evocar pasiones. La de un hombre que busca la seducción como parte de su yo artístico, quizás en un intento de hallar una musa que inspire sus creaciones... a pesar de mostrarse aún dependiente de la inspiración anterior, en nombre de mujer, que además de ser fuente de creación (o precisamente por eso) generaba asímismo un fuerte instinto de destrucción. Es con ese recuerdo que la aparición de dos mujeres, polos opuestos en cuanto a la pasión y el deseo, supone la piedra angular para un intercambio de anhelos y erotismo en toda regla.
Vicky prometida, abogando externamente por la racionalidad, verá tambalearse los cimientos de su propia moralidad dejándose tentar por el deseo. No obstante, la opción de continuar con la vida ya planeada será su sentencia, a pesar de ser espectadora en una pareja cercana de la desazón final que esto puede suponer. Cristina continúa la búsqueda de sí misma abriendo las puertas a la espontaneidad, buscando conscientemente la inconsciencia, el dejar que la realidad fluya a su antojo para descubrirse a sí misma. Vida bohemia que va y viene, abierta a cualquier experiencia incluso si ello supone cubrirse los ojos ante la apariencia externa de lo que debe ser el amor. Maria Elena, inestable estabilidad y punto de inflexión, un intento desesperado de ser y no ser el eje en la vida ajena, quizás motivada por tratar de hallar un sentido a la propia; siempre la abogada del diablo, la que aparentemente vive sin prejuicio y no obstante no asimila que su libertad termina con la capacidad de elección del que tiene en frente. Y él, don Juan por naturaleza, que navega entre las curvas de las mujeres que pasan por su vida, que le influyen y le constituyen en su ambigüedad de querer sorber de cada una parte de su esencia. Lo bohemio, lo autóctono, lo racional y las pasiones...
Y por quererlo todo, se quedó sin nada...
DIRECTOR: Woody Allen
AÑO: 2008