martes, 7 de octubre de 2008

EXTRAÑOS EN UN TREN (Strangers on a Train)

Cuando ya tenía por perdida la oportunidad de homenajearme con un buen ciclo de cine bajo las noches estrelladas de esta isla en mitad del oceano, se abrió la puerta a la lucidez y dando la vuelta a la tortilla inicio mi peregrinación bajo las manos del siempre genial Alfred con una de las muchas películas pendientes de ver.

Quizás se acompañe de la atmosfera de la noche, de la apacible calma que reina el entorno y la ausencia de cualquier otro sonido más que el del viento que mueve las cortinas de este pequeño lugar que me sirve de hogar temporal; o quizás la oscuridad, la predisposición a dejarme envolver por la trama sin otros condicionantes más que el cine en su esencia. O que bajo su genial batuta cualquier escena cotidiana puede envolverse de una sensación agobiante por la cadencia del suspense.

Y que tire la primera piedra el que no ha sentido el propio palpitar con los interminables sets del fatídico partido de tenis en el que se juega la última carta de la baraja, cuando la velocidad de los mates se entremezclan con las imágenes de un Bruno maníaco tratando de alcanzar el pitillero con sus dedos, cada vez más cerca, rozando el delirio. O quien no haya revivido sus pesadillas infantiles con el desbocarse del tiovivo a toda velocidad.

Toda historia tiene un trasfondo de la locura que constantemente impregnan los protagonistas de sus escenas de suspense. Juegos de luces y sombras, de palabras no dichas y gestos, de la incondicional presencia de una cara oculta en cada uno de nosotros, la socialmente censurable, la impulsiva, sin remordimientos, irresponsable y por ello a la vez temible.

Y es que… ¿no has deseado nunca, en niguna ocasión, deshacerte de alguien?

DIRECTOR: Alfred Hitchcock

AÑO: 1951

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