martes, 5 de mayo de 2009

LLOVIENDO PIEDRAS (Raining Stones)

Siguendo con esta especie de ciclo personal de autor, y casi como representación de los tiempos que corren, me dejo envolver por el realismo sin excesos de esta cinta. Sin dramatismos ni culpables en mayúsculas. A esta situación hemos llegado en parte por la ceguera de todos.

Y es que en mitad de tanta desesperación queda siempre un toque de humor, o la capacidad de reírse de uno mismo. Cuando faltos de trabajo toca darle rienda suelta a la imaginación, robando ovejas para vender luego su carne cuando ni siquiera se tiene la sangre fría para sacrificarla. O desmontando el césped de una opulenta comunidad que sobra de presupuestos para plantarlo de nuevo en un lugar alejado, por cuatro libras con las que llenarse el estómago.

Todo vale. Y la desesperación lleva a tragarse el orgullo y llamar a las puertas de cualquier vecino para ofrecerse a trabajos que uno ni siquiera hubiera imaginado para sí mismo. Pero son malos tiempos, y ni siquiera está prohibido robar al pobre aunque una furgoneta sea su única esperanza.

En mitad de todo este caos, quizás el poder transmitir a un hijo parte de esperanza sea el único consuelo. La única forma de recordarse que uno sigue siendo persona, que merece vivir porque hay humanidad a pesar de todo. Aunque la forma de lograrlo implique hundirse más en el propio lodo, también lo sería aceptar que uno ha sido vencido.

Un vestido representa la opción de un futuro mejor. Incluso cuando uno guarda dentro la culpa, la consecuencia de un acto fortuíto con un desenlace no buscado. ¿Hasta cuando podrá acarrear consigo ese fardo? Una luz de esperanza al final del camino, que le devuelve aquello que le fue robado... Quien sabe si al final esa puerta que abre será la llave a un nuevo arcoiris o a seguir despertando sin saber qué le espera a uno.

DIRECTOR: Ken Loach
AÑO: 1993

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