miércoles, 29 de octubre de 2008

EL IDIOTA (Hakuchi)

Ser corto de entendimiento, aunque a menudo se utilice como voz de desprecio y no tratando de denostar la deficiencia lo irracional y absurdo en las actitud de alguien.

Pero en este caso, la extrema bondad y humildad de un hombre se transforman en un sarcástico retrato sobre la condición humana, muy distante al altruismo que trata de abanderar, incómoda ante las acciones carentes de engaño de aquél que vió y sintió la muerte en sus propias manos.

Como sombras de un ente complejo, los distintos personajes podrían bien encarnar las diferentes esencias de nuestro propio ego. No hay hombre inmaculado más que en los sueños, ni mujer virtuosa por naturaleza. En todos hay, en mayor o menor grado, parte de cada uno de esos valores extremo.

Kameda encarna perfecto samaritano, personaje que ha mirado a la muerte frente a frente y puede otear al mundo sin máscaras, capaz de descubrir el verdadero sentir de las personas más allá de su aparente tesón externo. Quizás por ello la exagerada pureza de sus palabras y gestos le infunden un aspecto alelado, abstraído de un mundo real que dista mucho de ser inocente y honesto, y que no comprende a quien se guía sólo por lo que dicta la propia consciencia.

Akama arde en su propia hoguera, de vanidades enloquecidas y deseos no cumplidos. Ansias de evidenciar un poder que puede comprarse, aunque con el paso del tiempo haya dejado de creer en aquello que movió un día su corazón. Supone el empeño en no dejar ningún deseo a medias por más que caduque la necesidad de él, como forma de gritarse a sí mismo y al público la obstinación y esfuerzo usados para lograr alcanzar la meta. A cualquier precio.

Taeko es la mujer vencida, perdida de sí misma por la codicia y el afán de una vida poblada de futiles ornamentos cuando en realidad lo esencial se iba escapando entre sus dedos. Abandonada a su suerte, ofrecida en puja como si de una subasta se tratara, se venderá también a sí misma en un último suspiro tratando de zafarse de su destino, cuando observa que tras el gesto sucio de las manos ajenas hay una voz que comprende, que intuye un corazón herido incapaz de luchar por sí mismo. Y quizás por ello, tratando de no contaminar ese sentir primario, se aleja de él luchando contra sí misma. Contra el imán que la atrae a un existir más cálido, al sueño eterno.

Ayako supone la mujer terrenal, conocedora de todas las cartas de su propio entendimiento. Corazón y egocentrismo, bondad y codicia, belleza y desaliño, ternura y soberbia... rompecabezas extremo de lo que ciertamente encarnamos, seres primarios y no obstante reflexivos, con la capacidad de emocionarnos y odiar en un mismo acto.

"Es muy fácil vivir haciendo el tonto. De haberlo sabido antes me habría declarado idiota desde mi juventud, y puede que a estas fechas hasta fuera más inteligente. Pero quise tener ingenio demasiado pronto, y heme aquí ahora hecho un imbécil."


DIRECTOR: Akira Kurosawa
AÑO: 1951

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