martes, 19 de mayo de 2009

DOCE DEL PATÍBULO (The Dirty Docen)

Estando en el corredor de la muerte uno tiene opción de vivir los últimos días de su vida mirando al techo esperando el final, o jugando a ser dios en un mundo de hombres.

Tiempos de guerra. Y un puñado de malhechores sin mayor nexo de unión que un destino de rejas y horcas son escogidos para una misión peculiar. Formar un batallón especial con un objetivo concreto: terminar con la vida de burócratas nazis que se reunirán en un castillo para celebrar una velada conjunta.

Y al frente un coronel sin escrúpulos. O con la conciencia de que en la guerra son todos peones movidos por hilos invisibles, sin capacidad de opinión. Siempre hay ovejas negras, aunque a menudo eso signifique dar un toque distinto al devenir de las decisiones, juicios e ideas que parecen imperar en la mayoría. La negra es, a menudo, la disonante, la que ha logrado detenerse y pensar con un hilo de voz propio.

12 hombres y un destino. Lo fácil es sentarse a esperar el propio fin. Lo complicado, lograr motivar a cada uno para que el destino final se vea como un equipo, sin buscar heroicidades ni egocentrismos. Nada se logra si no es remando a la par. No hay salvación para uno sin el trabajo de todos.

Y al final quedaron 3. Habrá quien piense que el fracaso de la misión es cosa de números. Otros que apuesten por el final feliz del que ha añadido adrenalina a una muerte anunciada y pública, la del ojo por ojo cuando el mundo se queda ciego. Me quedo con los momentos de humor, la caricatura de un ejército del que no queda pie con cabeza, y las entrevistas de un psiquiatra destinado a valorar la idoneidad de los hombres que formaran el batallón.

Y es que entre tanto fanático, loco y desquiciado, no queda más que tranquilizarse. Al fin y al cabo: "No veo un modo mejor de luchar una guerra".

DIRECTOR: Robert Aldrich
AÑO: 1967

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