jueves, 14 de agosto de 2008

HORAS DESESPERADAS (The Desperate Hours)

A menudo encasillamos a los actores con un tipo determinado de personaje: el pérfido villano, el sanguinario pistolero, el asesino compulsivo, el granuja gracioso, el cómico tontorrón, la mujer florero, la despampanante heroína, el perfecto príncipe azul o el sensible intelectual donjuanero.

No obstante, hay pequeñas piezas que nos recuerdan que el actor no es más que un reflejo de aquello que representa. Y descubrir a un Bogart con malicia sorprende en la medida en que uno se encierra en su propio juicio, y no obstante va adquiriendo consistencia y credibilidad cuando, desprovistos de esa tela de opinión previa siempre presente, nos dejamos llevar por la escena, la trama, la acción y el momento más allá de una predisposición innata a pensar que algo no encaja en lo establecido.

Tres personalidades y un mismo fin. Huir del reclutamiento, de las ventanas con rejas y el sol como utopía. Puede que siempre podamos establecer en un trío al bueno, el feo y el malo, aunque quizás en este caso sería mejor etiquetarlos como el bobo, el terco y el cauto. Impulsividad, impaciencia y codicia extremas se intercalan en un teatral secuestro en el que la puerta abierta no es más que el reflejo de la incapacidad del hombre de encontrar la mejor salida cuando se encuentra con la espada de Damocles sobre los hombros.

Ni la historia ni el final descremado pueden sorprendernos; no obstante, la perversidad del gesto y la angustia del encierro le aportan de un halo tragedia que la vuelve recomendable

DIRECTOR: William Wyler
AÑO: 1955

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