martes, 5 de agosto de 2008

LUNA DE AVELLANEDA

En ocasiones la nostalgia de aquello que fue llena de significado los actos presentes, a pesar de que la razón apunte a la caducidad de los valores que impulsaron en un determinado momento una gesta, la creación de un centro que albergaba los sueños de un futuro mejor o, como diría el poeta, la posibilidad de una isla.

Para huir de lo cotidiano a menudo es necesario crearse un espacio alternativo, una zona imprecisa donde uno deja de representarse a sí mismo para mostrarse un poco más libre de ataduras y convencionalismos. Cuando echando un vistazo al propio ombligo uno se asombra de ver su reflejo, la necesidad de sentir las propias manos capaces de crear algo nuevo, provechoso, altruista y un tanto utópico se torna un imperativo rotundo sin posibilidad de espera. Es entonces cuando el hombre se sube al tren de la utopía y enarbola banderas de utopía con afán de salvarse disfrazando el presente de colores y esperazanzas.

E igual que la luna con sus mil caras, el hombre es una marisma de contradicciones que quizás le conviertan en algo más atractivo y humano. La voluntad de aportar a los jóvenes una alternativa al ocio se mezcla con la necesidad de mantener a flote un local que no puede sobrevivir a base del aire y las buenas intenciones; y de la carencia nace la dicotomía de lo que nos gustaría que fuera la vida y lo que en realidad es. La brisa es sólo un rumor inerte, el suelo necesita semillas y a veces hay que plantearse la renuncia de los ideales para lograr un fin menos elevado que el original. La retirada a veces no supone una derrota cuando, con el riesgo de perderlo todo, se apuesta por conservar parte del presente con la ilusión de renacer de las cenizas.

Amor y desamor, pasado y presente, risas y llantos, esperanzas y decepciones que se muestran como parte de la riqueza que supone seguir en el camino; no hay rosa sin espinas

DIRECTOR: Juan José Campanella
AÑO: 2004

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