lunes, 8 de diciembre de 2008

EL SARGENTO DE HIERRO (Heartbreak Ridge)

Cuando uno se acostumbra a tener una existencia apacible sin mayores sobresaltos siempre tiende a alejarse de cualquier muestra desenfrenada de pasión culminada con banderas. Se dice que no hay película hollywoodiense que se precie de serlo sin que aparezca en un u otro momento enarbolado el estandarte, las estrellitas sobre las barras rojas, una por cada nueva conquista.

Ya no resulta chocante encontrarse ante un pseudohomenaje a las fuerzas armadas... de sobra es sabido que constituyen una muestra del honor y la dignidad humanas en tierras de ultramar. A las nuevas generaciones, de manos lisas y virtualidad constante, el tinte verdoso camuflaje del rostro nos evoca escenas de películas más que la realidad de un campo de batalla. Enclenques, endebles y cobardes como un conjunto ante los ojos de los que tuvieron que lanzar granadas al viento sin mayor fin que salvarse a sí mismos en pos de un objetivo conjunto.

No obstante, siempre reconforta encontrarse con una visión con cierto toque de humor negro que termine siendo a la vez homenaje y sátira. Si la experiencia de un hombre en el combate debe servir para algo, que sea más bien para motivar al resto aunque no sea la propia vida el mejor modelo a seguir (o que lance la primera piedra...).

Anclado en el pasado, poblado de medallas que recuerdan los tiempos de gloria, el sargento regresa al lugar que le vio crecer quizás impulsado por cerrar el círculo justo antes de ser retirado de su cargo. Mujeres, cervezas, honor extremo, que se mezclan con el pasotismo de aquellos que conformarán su última gran misión. Un escuadrón de reconocimiento que se irá configurando lentamente, buscando razones que les impulsen a seguir defendiendo aquellos valores por los cuales se supone que combaten. De la nada al todo, como si por una herencia se dejara, antes de dedicarse a uno mismo, un puñado de niños que supieron convertirse en hombres.

Más allá de la victoria, del sabor a veneración de los antiguos combatientes, de la recepción con honores de los que regresan del campo de batalla, siempre nos quedará ese paseo como desenlace... de un hombre ya desapegado de su presente, sin más futuro que un paseo tranquilo, ni siquiera de la mano, sino junto con otros pasos, al mismo ritmo.

DIRECTOR: Clint Eastwood
AÑO: 1986

No hay comentarios:

Publicar un comentario