lunes, 6 de abril de 2009

LA NARANJA MECÁNICA (A Clockwork Orange)

Hay expresiones que permanecen en el recuerdo aunque luego uno sea capaz de difuminar el argumento o encuadrarlas en un relato concreto.

Y entre esas, el rostro de un Alex cuya sonrisa irónica y mirada penetrante ponen en alerta todos los sentidos, a la espera de las peores consecuencias.

¿Violencia gratuita? Casi como en una especie de baile, acorde con la música que acompaña toda la película, se suceden peleas, golpes, violaciones, heridas y despotismo que rozan la parodia. Y es que todo sigue un mismo compás, la sangre que llama a la sangre y un mundo vacío y nocturno que sólo tiene un objetivo: distracción hasta la próxima batalla.

En ese andar sin rumbo, el jefe deja de ostentar el poder y se encuentra recluído, en una institución que se supone debe rehabilitar su mente y convertirle en un ciudadano ejemplar (rodeado de otros como él, para así poder seguir el ejemplo). Sabiendo que le esperan años de rutinas nada apasionadas, se precia a servir de cobaya en un experimento que precide su reinserción en la sociedad completamente regenerado.

Condicionamiento. Que el cuerpo experimente el asco ante la violencia, la agresividad, que sea incapaz de reaccionar y, por tanto, de hacer algo dañino. Pero tampoco de defenderse. ¿No es eso lo que, a menudo, se pasa por nuestra cabeza? Poder eliminar del cerebro de los delincuentes ese "click" que les hace ignorar al prójimo. Y no obstante, el descubrir las consecuencias de tal manipulación nos hace, asímismo, avergonzarnos de nuestra propia resolución. La capacidad de escoger nos hace humanos... en todos sus aspectos.

De nuevo con la referencia original... final abierto que queda como un guiño para que cada uno le de su propia forma. Alex recupera de nuevo la palabra soez y el pensamiento ávido de sangre. ¿Algo habrá cambiado?

Podrá, al menos, disfruta de nuevo de la novena sin náuseas...

DIRECTOR: Stanley Kubrick
AÑO: 1975

No hay comentarios:

Publicar un comentario