martes, 24 de marzo de 2009

CAMINO

Si de algo sirve la concesión de condecoraciones es para mover la curiosidad si con antelación uno se mostraba escéptico con una apuesta cinéfila. Al menos para poder hablar en consecuencia y desgranar opiniones... en todos los sentidos.

Mucho se ha hablado de esta película. Entre sus defensores y detractores, sobre el papel de crítica a la realidad de una organización como el Opus que se precia de ser rígida y tenaz en sus creencias y en su forma de llevarlas a la práctica.

No puedo decir que me haya sorprendido el planteamiento que expone. Conozco (por referencias, por breves contactos personales...) los detalles que se esbozan en el relato, la fe diligente en que todo contratiempo tiene un sentido superior, en que toda pasión ajena al mundo espiritual es vista como algo superficial (más allá del trabajo que glorifica), la separación brutal entre sexos, el papel servicial de la mujer esté en el grado que esté dentro de La Obra. Las familias que implican a sus hijos desde pequeños en una realidad que al resto de los mortales nos parece lisiada, pero que para ellos es un universo abierto a la experiencia y la espiritualidad.

No. Yo no querría eso para mis hijos. En primer lugar porque mi agnosticismo no me haría sentirme a gusto sabiendo que su realidad se construye en base a una fe que tengo en el mismo cajón que duendes y brujas. Y luego porque la vida que intuyo es más rica y variada que la que se muestra en sus días de talleres siempre basados en la fe y en la vida dedicada a la espiritualidad. Es probable que todos tamicemos lo que ofrecemos al resto según nuestra propia visión de la vida, pero preferiré vivir sabiendo que he abierto la puerta a todas las opciones para que el otro tenga capacidad de escoger en su vida, sin cerrar ninguna (ninguna) por mis propias creencias.

¿Le ayudó la fe de los que la rodeaban a asumir su inevitable destino? Una niña que sufre dolor intenso y sin embargo es capaz de decir que todo dolor tiene su motivo, asumir su desenlace como una parte más de su vida... cierta envidia de un consuelo que quizás muchos no sabríamos regalar a alguien en la misma situación. O quizás si, porque la imaginación es siempre un poder en nuestras manos, un consuelo que puede deslizarse en nuestro interior en forma de cuentos, como ella y sus sueños de Cenicienta danzante aunque sus piernas no pudieran bailar.

DIRECTOR: Javier Fresser
AÑO: 2008

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