jueves, 1 de enero de 2009

TODOS NOS LLAMAMOS ALI (Angst essen Seele auf)

Seguramente hay relatos que, situados en un momento histórico concreto, pueden evocar un cierto aire a canción protesta, o denuncia social de una realidad que no por más evidente resulte patente en todos los ámbitos.

Alemania, pero podría ser cualquier país, cualquier ciudad. La inmigración por aquél entonces estaría en los inicios de su movimiento, con los recién llegados siendo vistos como una amenaza. Parece que casi nada ha cambiado en nuestros días, en los que seguimos apretando el bolso contra el cuerpo cuando el de piel tostada se coloca a nuestro lado en un metro plagado de gente a primera hora de la mañana.

Rechazo de una sociedad que primero busca la polémica y luego el entendimiento. Da igual que la historia se centre en una viuda solitaria cuya vida se distribuye entre un hogar solitario y su trabajo. O que el joven narciso no sea un apuesto ario sino un marroquí recién llegado que entona un alemán macarrónico aprendido a fuerza de sobrevivir. O quizás la pareja aumente el esperpento de la denuncia, seguramente nos sorprendería menos si se intercambiaran los papeles y ella fuera una joven hermosa en pleno apogeo hormonal y él un viejo solitario en busca de una segunda juventud. El rechazo, llevado a su máxima expresión, no deja de ser un retrato de nuestros propios prejuicios.

Porque muy fácil es la palabra, que nos lleva a lanzar eslógans de supuesta tolerancia. Y muy distinta es la implicación personal, cuando es uno quien debe aceptar de forma verdadera la diferencia, acoger en su casa una cultura distinta, o admitir que alguien cercano puede vivir la propia vida según sus convicciones.

DIRECTOR: Rainer Werner Fassbinder
AÑO: 1974

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