viernes, 12 de diciembre de 2008

LAS HORAS DEL VERANO (L'Heure d'été)

A menudo hablar de otros tiempos significa hundirse en la melancolía del que afirma que el recuerdo siempre es mejor refugio que un presente inexacto y a veces poblado de temores y dudas.

Pero si hay algo que nuestro vivir actual ha arrinconado a un lugar de la memoria es a la reunión como punto de encuentro por encima de todo. Quizás fuera la falta de alternativas, pero aunque en mi caso quizás viví los últimos suspiros de esa realidad, aún recuerdo las noches de verano en el pueblo, cuando la gente sacaba sus banquetas a la calle, y se sentaba a tomar el fresco mientras caía la noche. Y allí se contaban los días; anécdotas sin mayor trascendencia que el compartir unos momentos, la charla, el intercambio de visión de un mundo que a veces -era cierto- avergonzaba por lo reducido.

Eso sucede aún en nuestros días. Cuando reunirnos supone un esfuerzo para la mayoría acostumbrada a no rendir cuentas a nadie, a no tener que esforzarse por aunar objetivos y olvidarse del desencuentro, de los aspectos que nos separan y que siempre permanecen les demos mayor o menor importancia. Hay gente que sigue siendo un nexo y mantiene los lazos que tarde o temprano terminan haciéndose patentes en toda su amplitud. Lazos que a menudo son débiles, seda sin sujeción alguna.

Y ese desapego de los vínculos más primarios se extiende en todos los ámbitos de nuestra vida, en todas las relaciones. Las horas de verano que pasaron en la infancia, esas fotografías antiguas en las que se uno se ve retratado sin el paso del tiempo, muestran a menudo la rapidez con la que uno olvida sus raíces. Vorágine de tiempo, progreso, modernidades que acercan al mundo a la vez que nos alejan desenfrenadamente de él.

Una mujer que sigue anclada a sus recuerdos, a los objetos que en forma de obra de arte esconden parte de su vida, impregnados en la historia que acarrean aunque nadie la perciba. Cómo llegaron allí, por qué motivo fueron almacenados, guardados como pequeños tesoros, espectadores silenciosos de la vida que crecía a su alrededor. Pero esa misma mujer es consciente del fin de toda esa historia contenida en las paredes de una casa que morirá con ella, de unos recuerdos que ni siquiera figurarán en los libros para la posteridad.

Con su muerte, la decisión sobre el devenir de su memoria. Una casa que contiene recuerdos y que, sin embargo, supone el punto de partida para la separación definitiva. Tres hermanos con vidas que les han llevado a otros lugares, cuyo afán dista del amor primitivo al arte en su esencia. Cuando las raíces ya son algo más etéreo que un lugar y culturas, y se acercan más a un terreno neutro donde poder vivir sin ataduras. Evitando la disputa sobre el legado, cediendo parte de la historia que nunca lograron incorporar como propia para que sea parte del escenario evocado por otros.

Tan cercano a sí mismos... y no obstante tan ajeno como una obra cualquiera en un museo.Impregnada de una historia y sentimientos que, en general, se nos muestra distante.

DIRECTOR: Olivier Assayas
AÑO: 2008

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